Forbes Mexico
Forbes Staff, septiembre 20, 2018 @ 7:00 am
DW.- A nivel global se construyen cada vez menos centrales nucleares. Según datos del World Nuclear Industry Status Report (Informe sobre el estado de la industria nuclear mundial), el año pasado fueron puestos en marcha únicamente cuatros reactores nucleares, con una capacidad de 3,3 GW, tres de ellos en China y uno en Pakistán. Al mismo tiempo, fueron desactivados otros tres reactores.
Si se compara esto con la capacidad generada en 2017 por medio de energía solar y eólica (152 GW) o a través de centrales eléctricas fósiles (unos 100 GW), queda en evidencia que la importancia de la energía atómica ha quedado reducida al mínimo. Exceptuando las nuevas plantas nucleares construidas en China, se puede decir que “la producción de electricidad por medio de energía nuclear disminuye desde hace tres años”, explica Mycle Schneider, autor principal del informe.
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El estancamiento mundial en la extensión de energía atómica se debe, sobre todo, a las altas exigencias de seguridad, que encarecen mucho la construcción de reactores, que dura muchas veces más de diez años. Según el informe actual, el precio de la energía eléctrica proveniente de reactores nuevos se encareció en un 20 por ciento, desde 2009.
Paralelamente, la electricidad obtenida por vías alternativas se abarató mucho. En el caso de la energía eólica y solar, los precios bajaron entre un 67% y 86%. Actualmente la electricidad generada por centrales nucleares nuevas cuesta el doble que aquella que proveen las grandes instalaciones de energía solar o las ruedas eólicas.
Pero no sólo las plantas nucleares nuevas son menos rentables que otras fuentes energéticas. “Las energías renovables ya producen electricidad de manera más económica que las plantas nucleares más viejas, que están en funcionamiento desde hace tiempo”, explica Schneider.
Altos costos tras desconexión de reactores
La edad promedio de los 413 reactores en funcionamiento en todo el mundo es de unos 30 años. El desconectarlos implica altos costos para las compañías operadoras y sus respectivos países. Pero, según Schneider, no todos han planeado las reservas suficientes para desmantelar sus centrales nucleares. En Alemania, el desmantelamiento costará por lo menos 1,000 millones de euros.
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Una vez desconectado un reactor, ya no se puede ganar dinero con él. Pero la desconexión en sí implica grandes gastos para el gestor, que ya no cuenta con ingresos. Schneider teme que esta situación de dependencia haga que muchos intenten mantener en funcionamiento sus usinas eléctricas el mayor tiempo posible. Para posponer así la inevitable avalancha de gastos.
El ejército aspira a tecnología nuclear civil
El mantener en funcionamiento un programa nuclear civil tiene grandes ventajas para el ejército. Así lo desvelaron científicos de la Universidad de Sussex en un “Análisis sobre la política nuclear británica”. Según los expertos, la construcción de nuevos reactores en Hinkley, sería una subvención indirecta del programa nuclear militar.
Hans-Josef Fell, presidente del Energy Watch Group, recalca que “la bomba atómica y el deseo de llegara a la bomba atómica”, es lo que impulsa a muchos países, como India, Arabia Saudita, Turquía o Gran Bretaña a construir nuevas centrales nucleares.
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La conexión entre tecnología atómica civil y militar no es nueva, pero es la primera vez que el World Nuclear Industry Status Report le dedica un capítulo propio. ¿Cómo es posible que algunos países quieran construir nuevas centrales nucleares, sabiendo que ni en lo ecónimco, ni a nivel de política energética se puede justificar una decisión tal?
“Desde hace dos o tres años hay cada vez más altos representantes de la industria y el ejército que apoyan a la industria nuclear, porque se benefician claramente de que se financie la infraestructura correspondiente”, destaca Schneider. El experto observa también una nueva argumentación por parte de los gestores de plantas nucleares, que subrayan el interés común que tienen con el ejército para que se mantenga la energía atómica en elmercado.
Por Gero Rueter, Deutsche Welle