22 February 2014

El Litoral (Argentina): De la energía nuclear en la República Argentina

Entrevista con el científico alemán Mycle Schneider Pese a que crece en Asia

De la energía nuclear en la República Argentina

Edición Online | 16-02-2014 | 18:25

De la Redacción de El Litoral

La Argentina fue el primer país de América Latina en avanzar en el terreno de la generación eléctrica a partir de la energía nuclear. Lo hizo con la central Atucha I, erigida en la localidad de Lima, provincia de Buenos Aires, junto al río Paraná, que está equipada con un reactor de tecnología alemana. El combustible empleado es uranio natural o levemente enriquecido y su potencia eléctrica alcanza los 357 MWe. La planta es refrigerada y moderada con agua pesada (D20), y pertenece al tipo de reactores PHWR (reactor de agua pesada presurizado).

La construcción de la planta se inició en 1968 y el reactor ingresó en fase crítica en 1974. Ese mismo año se inició la construcción de la central nuclear de Embalse Río III, Córdoba, con casi el doble de potencia eléctrica y tecnología de origen canadiense, obra inaugurada en 1983.

Entre tanto, para aprovechar la infraestructura de Atucha I, en 1980 se avanzó tanto en la definición técnica como en los aspectos contractuales de Atucha II, obra que se inició efectivamente al año siguiente y luego fue abandonada durante dos décadas, hasta que en 2007 se decidió completarla. En 2011 fue inaugurada pero aún no produce energía comercial.

Mucho se ha hablado de los motivos que llevaron a detenerla y de los problemas de construcción y técnicos que la nueva planta tendría, cuestión que ha merecido réplicas por parte de profesionales y trabajadores. En cualquier caso, lo cierto es que aquella decisión tuvo relación con el errático recorrido económico, político e ideológico de nuestro país. Cabe recordar que en 1982 se produjo la guerra de Malvinas y también una gran devaluación del peso; que al año siguiente se retornó al régimen institucional de la Constitución y el gobierno de Raúl Alfonsín reemplazó al régimen militar que había impulsado con fuerza el desarrollo nuclear dándole continuidad a una política iniciada por el peronismo en el contexto de la proclamada vocación de crear una “Argentina potencia”. Es sugestivo al respecto que nuestro país también detuviera el avanzado proyecto de construcción de un misil de alcance medio con capacidad para transportar cargas atómicas, proyecto que preocupaba a las potencias occidentales. Pero lo que sí influyó de modo indubitable fueron los graves accidentes ocurridos en las centrales atómicas de Three Mile Island, en los EE.UU. (1979); y Chernobyl, Ucrania (1986) que pusieron en duda la viabilidad futura de la energía nuclear.

Con el transcurso del tiempo, el desarrollo de centrales nucleares mucho más seguras restituyó la discusión de su conveniencia, y son muchos los especialistas que afirman que la única alternativa real de los combustibles fósiles es la energía atómica.

En la Argentina, los técnicos sostienen que Atucha I ha permitido un importante ahorro de recursos naturales con menor impacto ambiental, evitando una mayor destrucción de la capa de Ozono (calentamiento de la atmósfera) y mitigando la lluvia ácida. Ahora, próxima a entrar en funcionamiento, Atucha II duplicará el aporte de la central vecina al sistema interconectado nacional con una potencia eléctrica de casi 700 MW. Será, por tanto, la más grande del país.

Según los profesionales del sector se trata de una central nuclear moderna, similar a las últimas centrales construidas en Alemania -y del tipo de las que funcionan en Trillo, España, y Angra II en Brasil. Desde el punto de vista del diseño y la construcción cuenta con sistemas de seguridad actualizados, que incluyen el concepto de defensa en profundidad con barreras sucesivas, esfera de contención, separación física entre sistemas de seguridad y programa de vigilancia en servicio, entre otros conceptos mencionados por el científico alemán Schneider como factores de encarecimiento del costo energético.

Al igual que Atucha I, la tecnología de base es alemana, el tipo de reactor es el de recipiente de presión; el combustible, uranio natural y el moderador y refrigerante, agua pesada (D20) que se produce en el país.

Entrevista con el científico alemán Mycle Schneider

“Demasiado cara”

Respecto del impacto mundial producido por la catástrofe de Fukushima, Deutsche Welle consultó la opinión de Mycle Schneider, editor del Informe Mundial sobre el Desarrollo de la Energía Nuclear y ganador, junto a Jinzaboro Takagi, del Premio Nobel Alternativo en Química.

—¿Qué cambios se han producido en este sector energético luego de Fukushima?

—La energía nuclear está perdiendo significancia en todo el mundo, eso es un hecho. En resumidas cuentas, se puede decir que la tendencia a dejar de usar la energía atómica se está expandiendo de forma acelerada. El número de centrales nucleares disminuye, y el porcentaje de energía atómica en la matriz energética también es cada vez más bajo. En todo el mundo, hace 20 años era del 17 por ciento, y hoy está en un 11 por ciento.

—¿Cuál es el motivo de esta tendencia decreciente?

—El motivo principal es el cambio en la opinión pública al respecto, además de factores económicos. La energía atómica se encarece cada vez más y hay otras fuentes de energía que se vuelven cada vez más competitivas.

—¿Cuál es el motivo del encarecimiento de la energía nuclear?

—Por un lado, la mayor complejidad de las instalaciones, además de las exigencias de seguridad, es decir, para la protección contra ataques o accidentes, que son cada vez más altas. Eso también tiene que ver, por supuesto, con la opinión pública que, con algunas diferencias, hace que en general se refuercen las medidas. En muchos países hay centrales nucleares cuyo funcionamiento debería estar prohibido, tal y como se las opera actualmente.

—¿Cuánto cuesta una hora kilovatio producida a través de energía atómica, con todos estos gastos incluidos?

—No se puede calcular exactamente, porque no hay un precio definido para el depósito final de desechos radiactivos. No hay en el mundo un solo depósito de este tipo; es decir que después de 50 años de utilizar la energía nuclear, aún no conocemos su costo total. A eso se suma el interrogante sobre el monto para asegurar una central en caso de accidente. Las estimaciones para la catástrofe de Fukushima oscilan entre los 130 y los 650.000 millones de dólares. Si se las asegurara por esas sumas, entonces una hora kilovatio costaría aproximadamente más de un euro... Pero el costo final no se conoce, y eso dificulta la toma de crédito por parte de las empresas.

—China e India tenían planes muy ambiciosos en el área energética. ¿Siguen teniéndolos?

—China es el único país que continúa apostando a las centrales nucleares de manera masiva, con unas 29 en construcción. Pero en China se invierte mucho más dinero aún en energías renovables. Ya antes de Fukushima, invertía unas cinco veces más que en energía atómica. Y en 2012, calculo que sólo la energía eólica produjo más electricidad que la energía nuclear. También en China la competitividad de las renovables va en aumento.

—En cuanto a Japón, había una enorme fe en la energía atómica hasta que se produjo el accidente. Ahora la población es muy crítica al respecto, pero el gobierno sigue apoyando la energía nuclear. ¿Cómo ve usted la evolución de ese panorama en el futuro?

—En Japón tenemos casi una situación prerrevolucionaria. Desde afuera es muy difícil entender la magnitud del drama y la conmoción que experimenta la gente. Fukushima no es sólo una catástrofe medioambiental y sanitaria, sino un hecho que ha puesto sobre el tapete y hasta ha destruido la credibilidad en la tecnología, las autoridades, el gobierno y la tecnocracia. Eso condujo a una división en la sociedad. Por un lado están los operadores de las centrales que, como es lógico, quieren que sigan funcionando los reactores; los bancos, los grandes accionistas y las empresas abastecedoras. Por el otro lado está la sociedad civil, que los rechaza con vehemencia. En este momento hay sólo dos de 50 centrales en funcionamiento, y la perspectiva de que se las vuelva a poner en marcha o de que se construyan nuevas es baja.

—¿Cómo estima que será la evolución de la energía atómica a nivel global?

—Podemos partir de que el porcentaje de energía nuclear en la producción global de energía seguirá contrayéndose, y que en las dos próximas décadas sólo quedará un pequeño porcentaje de energía atómica en la matriz energética, probablemente de menos de un cinco por ciento en 2030.

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